viernes, 11 de julio de 2014

Lectura de un poema de María Cristina Ramos

María Cristina Ramos es una escritora argentina que ha escrito muchísimos libros y que ha sido seleccionada en el 2013 para representar a nuestro país en los premios Hans Christian Andersen, el mayor galardón para la literatura destinada a niñxs y jóvenes. Vive en la Patagonia y eso es clave para leer sus libros.  Se trata de su propia búsqueda: su fascinación por los cielos patagónicos, su interés por captar los misterios de la naturaleza y las preguntas sobre la luna que se hacía de niña”, dicen Pilar Muñoz Lascano Y María Victoria Ramos[i]. Y hay especialmente un libro de esta escritora que ha sido editado por Anaya en la colección “Sopa de libros” y que tiene hermosas ilustraciones realizadas con la técnica de acuarela por Paula Alenda. Se trata de La luna lleva un silencio. Y dentro de este silencio, elijo uno, un poema que paradojalmente se llama “Decir”.


El mar quiere decirle
secretos a la arena;
prepara en las orillas
sus voces más serenas.

Pero se calla,
pero se apena.

El mar quiere acercarle
cien collares de espuma
y las escamas dulces
que le deja la luna.

Pero se calla,
pero se abruma.

El mar se esconde entonces    
en una caracola
y susurra, apenitas,
un silencio de ola. 

Podemos ver que en el poema hay una personificación del mar, este mar que quiere decirle algo a la arena pero no puede. Allí aparece ese conector adversativo “pero” limitando el deseo del mar: “pero se calla/ pero se apena”. Y este mar además de querer, “prepara”, “se esconde”.

El poema está escrito desde la imposibilidad y el deseo en estas estrofas divididas. ¿Pero qué es lo que se repite?: el callar y el apenarse. Hay, entonces, en el poema un ir un venir, similar al movimiento de las olas del mar. Va a decirlo (se acerca la ola), pero se calla, se apena, se abruma (se van las olas). Esas son las “voces más serenas”: las olas.

Por otro lado, el poema construye imágenes que se trasladan: “los cien collares de espuma (¿perlas?); la luna que le deja “escamas” dulces. Ahí lo dulce opera como oxímoron porque en realidad el mar es de sal (¿otra imposibilidad?).

Finalmente, el mar logra su deseo y esto es bellísimo porque el logro es sutil, pequeño y grandioso al mismo tiempo. El mar junto con la arena se hace caracola y “susurra, apenitas, un silencio de ola”.

Observemos como un gesto conocido: poner una caracola en la oreja para escuchar el mar, se vuelve poema, se vuelve el ritmo y el batir de las olas.
El poema es en definitiva ese mar que quiere pero que puede.





[i] Fragmento de la ponencia “Con la profundidad del mar y la levedad de la espuma. Un recorrido por la poesía infantil argentina”, presentada en el 14º Congreso Internacional de Promoción de la Lectura y el Libro “Si nosotros leemos, ellos leen”, realizado dentro del marco de la 37ª Exposición Feria Internacional de Buenos Aires El Libro del Autor al Lector (Buenos Aires, 6, 7 y 8 de mayo de 2011). Disponible en http://www.imaginaria.com.ar/2011/06/con-la-profundidad-del-mar-y-la-levedad-de-la-espuma-un-recorrido-por-la-poesia-infantil-argentina/>

4 comentarios: