María Cristina Ramos es
una escritora argentina que ha escrito muchísimos libros y que ha sido
seleccionada en el 2013 para representar a nuestro país en los premios Hans
Christian Andersen, el mayor galardón para la literatura destinada a niñxs y
jóvenes. Vive en la Patagonia y eso es clave para leer sus libros. “Se
trata de su propia búsqueda: su fascinación por los cielos patagónicos, su
interés por captar los misterios de la naturaleza y las preguntas sobre la luna
que se hacía de niña”, dicen
Pilar Muñoz Lascano Y María Victoria Ramos[i]. Y hay especialmente un libro de esta escritora que ha
sido editado por Anaya en la colección “Sopa de libros” y que tiene hermosas
ilustraciones realizadas con la técnica de acuarela por Paula Alenda. Se trata
de La luna lleva un silencio. Y
dentro de este silencio, elijo uno, un poema que paradojalmente se llama
“Decir”.
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El mar quiere decirle
secretos a la arena;
prepara en las orillas
sus voces más serenas.
Pero se calla,
pero se apena.
El mar quiere acercarle
cien collares de espuma
y las escamas dulces
que le deja la luna.
Pero se calla,
pero se abruma.
El mar se esconde entonces
en una caracola
y susurra, apenitas,
un silencio de ola.
Podemos ver que en el
poema hay una personificación del mar, este mar que quiere decirle algo a la
arena pero no puede. Allí aparece ese conector adversativo “pero” limitando el
deseo del mar: “pero se calla/ pero se apena”. Y este mar además de
querer, “prepara”, “se esconde”.
El poema está escrito
desde la imposibilidad y el deseo en estas estrofas divididas. ¿Pero qué es lo
que se repite?: el callar y el apenarse. Hay, entonces, en el poema un ir un
venir, similar al movimiento de las olas del mar. Va a decirlo (se acerca la
ola), pero se calla, se apena, se abruma (se van las olas). Esas son las “voces
más serenas”: las olas.
Por otro lado, el poema
construye imágenes que se trasladan: “los cien collares de espuma (¿perlas?);
la luna que le deja “escamas” dulces. Ahí lo dulce opera como oxímoron porque
en realidad el mar es de sal (¿otra imposibilidad?).
Finalmente, el mar
logra su deseo y esto es bellísimo porque el logro es sutil, pequeño y
grandioso al mismo tiempo. El mar junto con la arena se hace caracola y
“susurra, apenitas, un silencio de ola”.
Observemos como un
gesto conocido: poner una caracola en la oreja para escuchar el mar, se vuelve
poema, se vuelve el ritmo y el batir de las olas.
El poema es en definitiva
ese mar que quiere pero que puede.
[i] Fragmento de la ponencia “Con la
profundidad del mar y la levedad de la espuma. Un recorrido por la poesía
infantil argentina”, presentada en el 14º Congreso Internacional de Promoción
de la Lectura y el Libro “Si nosotros leemos, ellos leen”, realizado dentro del
marco de la 37ª Exposición Feria Internacional de Buenos Aires El Libro del
Autor al Lector (Buenos Aires, 6, 7 y 8 de mayo de 2011). Disponible en http://www.imaginaria.com.ar/2011/06/con-la-profundidad-del-mar-y-la-levedad-de-la-espuma-un-recorrido-por-la-poesia-infantil-argentina/>
niños*
ResponderEliminarskere
ResponderEliminarQue letras coinciden???
ResponderEliminarla arena blanca espuma ¿que otra sustantivo en el texto sugieren ese color?
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