Lo primero que me sale decir es que fue un libro
que me sacudió en un fin de semana de lluvia o como le dije a la mismísima Inés
agradeciendo los placeres que facebook nos da a los nacidos en esta era
digital: ¿La lluvia y el fin de semana me regalaron “Piedra, papel o tijera” o
será que la novela me regaló otra lluvia,
otro fin de semana?
Si de experiencias literarias hablamos, me
quedo con la segunda pregunta y remarco la palabra experiencia para decir lo que viví este fin de semana con la
novela. No sé si tanta humedad o si el grado, el trabajo sobre la verosimilitud
de la autora, o si ambas cosas se conjugaron para que de repente en la cama o
en el patio con el mate, en verdad me sintiera a orillas del río por las costas
del Tigre.
Para enmarcarla (aunque no le hace falta)
podríamos decir que se trata de una novela de iniciación en muchos sentidos:
iniciar la amistad, inaugurar los agridulces del amor, la iniciación sexual. Una
nena de diez años que se convierte en una adolescente de 17 y que casi al final
de la novela, se pregunta (y con ella lxs lectores nos preguntamos): “¿Quién
era yo ahora?” Una pregunta que inicia pero que cierra al menos la época en que
Alma, nuestra heroína, se hacía preguntas más ingenuas.
Es destacable el trabajo que la autora construye
sobre la mirada de Alma hacia los demás, como anticipa, imagina o sugiere lo que
lxs otrxs pueden estar pensando. Y más encantadoras son las elipsis y las
anticipaciones que este personaje que ahora narra de adulta, aproxima en su
relato como una forma de hilar a lxs lectores, encantarlxs, iniciarlxs junto
con ella en los umbrales de la infancia, en la inquietud de la adolescencia, en
la ruptura con los padres, en fin, con la vida.
Una novela que cruza clases sociales y mundos
que parecen irreconciliables menos en el amor. Y de fondo aunque también de
telón, el contexto político social de la última dictadura militar, los ecos del
“algo habrán hecho”, la militancia, la literatura ahí operando como instrumento
de lucha en un cuarto perdido entre los juncos del Tigre. Lo terrible de la
tortura, el fusilamiento, el despojo de la identidad. Pero no se trata de una
novela que retoma el tema para exprimirlo sino que nos sacude, nos deja con la
piel de gallina porque no es fondo sino que resuelve conflictos latentes de la novela,
se hace carne y uña con la realidad, arrastra al personaje irremediablemente a
preguntarse con todo el peso de la pregunta: “¿Quién soy?”
“Piedra,
papel o tijera” indudablemente me regaló otra lluvia, otro fin de semana, otra
experiencia literaria.